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Rishikesh: donde la fe, el new age, la paz y el interés se cruzan

Vista del puente Lakshman Jhula, Rishikesh



Llevábamos unos días en Rishikesh, descansando de nuestro viaje, valga la redundancia
.
Como ya habíamos contado en otros posteos, no tuvimos ni quisimos armarnos un plan para la estadía sino que simplemente nos dedicamos a disfrutar el lugar caminando y recorriéndolo sin un mayor apuro, muchas veces con largas pausas. 

Había que sacarse esa necesidad de hacer cosas como muchos en sus vacaciones o en la vida cotidiana y simplemente disfrutar e experimentar el lugar por un rato.



Tampoco se trataba de hacernos los majarishis ni nada parecido a algo espiritual en términos religiosos. Es cierto que la inmensa mayoría de los que vienen a Rishikesh vienen en busca de algo trascendental, ya que muchos de los que pululan por sus callejones, toman café o se van a meditar  han perdido la fe y las ganas de vivir, la cual en este lugar se reinterpreta tanto desde una perspectiva religiosa como de búsqueda interior. 

Pero ojo, acá tambipen hay muchos aprovechadores de ese vacío existencial de muchos occidentales, haciéndose los guías espirituales y sacándoles dinero y algo de sexo ocasional, pero ya es otra historia o simplemente de desconectarse de las miserias de la cotidianeidad sin caer  necesariamente en un cuestionamiento  o reboot religioso.




Tal vez, nosotros estábamos en esa tercera categoría. Simplemente estábamos acá en una pausa para recargar pilas para luego volver a nuestras vidas comunes, estando en un lugar totalmente diferente a los que habíamos estado antes. 

Acá no hay playa, museos ni mucho menos una gran vida nocturna. No olvidemos que Rishikesh es una ciudad sagrada para el hinduismo, ya que corre por la ciudad el  río Ganges y la existencia de ghats hace que exista una presencia permanente de peregrinos desde todos los lugares de la India.





Esta condición de ciudad sagrada hace que Rishikesh sea un espacio que es el paraíso de los new age y donde los nietos de los hippies buscan parecerse en algo a sus abuelos, tratando de ser libres y tener algo de paz además de ser el paraíso de los cursos y profesorados de Yoga a nivel global.  

Pero esto no significa que el lugar sea un páramo y que esté lleno de tipos meditando sin ninguna necesidad mundana y por eso no tenga vida comercial, sino que es todo lo contrario, esta localidad debe de ser de los lugares en India con mayor comercio pensado para extranjeros por kilómetro cuadrado.





Restoranes, cafés, tiendas de ropa, librerías y toda clase de negocios hay por la zona del Lakshman Jhula y Tapovan, los cuales ayudan a mover de manera importante la economía de la zona. 

Por muy hippies y descontracturados que sean la mayoría de los visitantes, no dejan de ser en su gran mayoría provenientes de países desarrollados y por lo general de sectores medios con hábitos de consumo bastante delineados, con ingresos que superan largamente a los residentes, teniendo por ello un nivel de gastos alto en relación con los locales.




Esto hace que al igual que el resto de India, muchos vean a estos seguidores del new age  básicamente como euros, libras o dólares con pies, es decir, sólo como una incesante fuente de dinero. 

Si te pones a pensar esta idea es más que entendible, ya que no podemos olvidarnos que en un país como India donde unas 100 o 200 rupias (1,4 a 2,8 dólares) adicionales al bolsillo de cualquiera es una cantidad no despreciable y Rishikesh en ese sentido no creo que sea la excepción.

 De ahí la existencia de vivillos en busca de occidentales desprevenidos. Pero lo anterior no le quita el encanto a Rishikesh, sino que sirve para tener en cuenta el contexto del lugar donde estábamos parados.





Esto es Rishikesh, un lugar donde la fe, el new age, la paz y el interés se cruzan en una amalgama que hace que sea hasta armónico.  Lo anterior logra que lo espiritual y mundano puedan convivir sin mayores problemas. En otras palabras, es la vida misma con matices que la hacen motivante y ese sea el verdadero encanto de este lugar.

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